Del progreso del gobierno de Sancho Panza, con otros
sucesos tales como buenos
Amaneció el día que se siguió a la noche de la ronda del
gobernador, la cual el maestresala pasó sin dormir, ocupado el pensamiento
en el rostro, brío y belleza de la disfrazada doncella; y el mayordomo ocupó
lo que della faltaba en escribir a sus señores lo que Sancho Panza hacía
y decía, tan admirado de sus hechos como de sus dichos, porque andaban mezcladas
sus palabras y sus acciones, con asomos discretos y tontos.
Levantóse, en fin, el señor gobernador, y por orden del doctor Pedro
Recio le hicieron desayunar con un poco de conserva y cuatro tragos de agua fría,
cosa que la trocara Sancho con un pedazo de pan y un racimo de uvas; pero viendo
que aquello era más fuerza que voluntad, pasó por ello, con harto dolor
de su alma y fatiga de su estómago, haciéndole creer Pedro Recio que
los manjares pocos y delicados avivaban el ingenio, que era lo que más convenía
a las personas constituidas en mandos y en oficios graves, donde se han de aprovechar
no tanto de las fuerzas corporales como de las del entendimiento.
Con esta sofistería padecía hambre Sancho, y tal, que en su secreto
maldecía el gobierno, y aun a quien se le había dado; pero con su hambre
y con su conserva se puso a juzgar aquel día, y lo primero que se le ofreció
fue una pregunta que un forastero le hizo, estando presentes a todo el mayordomo
y los demás acólitos, que fue:
-Señor, un caudaloso río dividía dos términos de un mismo
señorío, y esté vuestra merced atento, porque el caso es de
importancia y algo dificultoso... Digo, pues, que sobre este río estaba una
puente, y al cabo della una horca y una como casa de audiencia, en la cual de ordinario
había cuatro jueces que juzgaban la ley que puso el dueño del río,
de la puente y del señorío, que era en esta forma: «Si alguno
pasare por esta puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a
qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar, y si dijere mentira, muera
por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna».
Sabida esta ley y la rigurosa condición della, pasaban muchos, y luego en
lo que juraban se echaba de ver que decían verdad y los jueces los dejaban
pasar libremente. Sucedió, pues, que tomando juramento a un hombre juró
y dijo que para el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que
allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento y dijeron:
«Si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento,
y conforme a la ley debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba
a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre».
Pídese a vuesa merced, señor gobernador, qué harán los
jueces del tal hombre, que aún hasta agora están dudosos y suspensos,
y, habiendo tenido noticia del agudo y elevado entendimiento de vuestra merced, me
enviaron a mí a que suplicase a vuestra merced de su parte diese su parecer
en tan intricado y dudoso caso.
A lo que respondió Sancho:
-Por cierto que esos señores jueces que a mí os envían lo pudieran
haber escusado, porque yo soy un hombre que tengo más de mostrenco que de
agudo; pero, con todo eso, repetidme otra vez el negocio de modo que yo le entienda:
quizá podría ser que diese en el hito.
Volvió otra y otra vez el preguntante a referir lo que primero había
dicho, y Sancho dijo:
-A mi parecer, este negocio en dos paletas le declararé yo, y es así:
el tal hombre jura que va a morir en la horca, y si muere en ella, juró verdad
y por la ley puesta merece ser libre y que pase la puente; y si no le ahorcan, juró
mentira y por la misma ley merece que le ahorquen.
-Así es como el señor gobernador dice -dijo el mensajero-, y cuanto
a la entereza y entendimiento del caso, no hay más que pedir ni que dudar.
-Digo yo, pues, agora -replicó Sancho- que deste hombre aquella parte que
juró verdad la dejen pasar, y la que dijo mentira la ahorquen, y desta manera
se cumplirá al pie de la letra la condición del pasaje.
-Pues, señor gobernador -replicó el preguntador-, será necesario
que el tal hombre se divida en partes, en mentirosa y verdadera; y si se divide,
por fuerza ha de morir, y así no se consigue cosa alguna de lo que la ley
pide, y es de necesidad espresa que se cumpla con ella.
-Venid acá, señor buen hombre -respondió Sancho-: este pasajero
que decís, o yo soy un porro o él tiene la misma razón para
morir que para vivir y pasar la puente, porque si la verdad le salva, la mentira
le condena igualmente; y siendo esto así, como lo es, soy de parecer que digáis
a esos señores que a mí os enviaron que, pues están en un fil
las razones de condenarle o asolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre
es alabado más el hacer bien que mal. Y esto lo diera firmado de mi nombre
si supiera firmar, y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me
vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la
noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula, que fue que cuando
la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia, y ha querido
Dios que agora se me acordase, por venir en este caso como de molde.
-Así es -respondió el mayordomo-, y tengo para mí que el mismo
Licurgo, que dio leyes a los lacedemonios, no pudiera dar mejor sentencia que la
que el gran Panza ha dado. Y acábese con esto la audiencia desta mañana,
y yo daré orden como el señor gobernador coma muy a su gusto.
-Eso pido, y barras derechas -dijo Sancho-: denme de comer, y lluevan casos y dudas
sobre mí, que yo las despabilaré en el aire.
Cumplió su palabra el mayordomo, pareciéndole ser cargo de conciencia
matar de hambre a tan discreto gobernador, y más, que pensaba concluir con
él aquella misma noche haciéndole la burla última que traía
en comisión de hacerle.
Sucedió, pues, que habiendo comido aquel día contra las reglas y aforismos
del doctor Tirteafuera, al levantar de los manteles, entró un correo con una
carta de don Quijote para el gobernador. Mandó Sancho al secretario que la
leyese para sí, y que si no viniese en ella alguna cosa digna de secreto,
la leyese en voz alta. Hízolo así el secretario, y, repasándola
primero, dijo:
-Bien se puede leer en voz alta, que lo que el señor don Quijote escribe a
vuestra merced merece estar estampado y escrito con letras de oro, y dice así:
CARTA DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA A SANCHO PANZA, GOBERNADOR DE LA ÍNSULA
BARATARIA
Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo,
las oí de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo,
el cual del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer
discretos. Dícenme que gobiernas como si fueses hombre, y que eres hombre
como si fueses bestia, según es la humildad con que te tratas: y quiero que
adviertas, Sancho, que muchas veces conviene y es necesario, por la autoridad del
oficio, ir contra la humildad del corazón, porque el buen adorno de la persona
que está puesta en graves cargos ha de ser conforme a lo que ellos piden,
y no a la medida de lo que su humilde condición le inclina. Vístete
bien, que un palo compuesto no parece palo: no digo que traigas dijes ni galas, ni
que siendo juez te vistas como soldado, sino que te adornes con el hábito
que tu oficio requiere, con tal que sea limpio y bien compuesto.
Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras has de hacer dos cosas:
la una, ser bien criado con todos, aunque esto ya otra vez te lo he dicho; y la otra,
procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue
el corazón de los pobres que la hambre y la carestía.
No hagas muchas pragmáticas, y si las hicieres, procura que sean buenas,
y sobre todo que se guarden y cumplan, que las pragmáticas que no se guardan
lo mismo es que si no lo fuesen, antes dan a entender que el príncipe que
tuvo discreción y autoridad para hacerlas no tuvo valor para hacer que se
guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga,
rey de las ranas, que al principio las espantó, y con el tiempo la menospreciaron
y se subieron sobre ella.
Sé padre de las virtudes y padrastro de los vicios. No seas siempre riguroso,
ni siempre blando, y escoge el medio entre estos dos estremos, que en esto está
el punto de la discreción. Visita las cárceles, las carnicerías
y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia:
consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros,
que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras, por la
misma razón. No te muestres, aunque por ventura lo seas, lo cual yo no creo,
codicioso, mujeriego ni glotón; porque en sabiendo el pueblo y los que te
tratan tu inclinación determinada, por allí te darán batería,
hasta derribarte en el profundo de la perdición.
Mira y remira, pasa y repasa los consejos y documentos que te di por escrito antes
que de aquí partieses a tu gobierno, y verás como hallas en ellos,
si los guardas, una ayuda de costa que te sobrelleve los trabajos y dificultades
que a cada paso a los gobernadores se les ofrecen. Escribe a tus señores y
muéstrateles agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia y uno de
los mayores pecados que se sabe, y la persona que es agradecida a los que bien le
han hecho da indicio que también lo será a Dios, que tantos bienes
le hizo y de contino le hace.
La señora duquesa despachó un propio con tu vestido y otro presente
a tu mujer Teresa Panza; por momentos esperamos respuesta.
Yo he estado un poco mal dispuesto, de un cierto gateamiento que me sucedió
no muy a cuento de mis narices, pero no fue nada, que si hay encantadores que me
maltraten, también los hay que me defiendan.
Avísame si el mayordomo que está contigo tuvo que ver en las acciones
de la Trifaldi, como tú sospechaste; y de todo lo que te sucediere me irás
dando aviso, pues es tan corto el camino: cuanto más que yo pienso dejar presto
esta vida ociosa en que estoy, pues no nací para ella.
Un negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia destos señores;
pero aunque se me da mucho, no se me da nada, pues, en fin en fin, tengo de cumplir
antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse:
«Amicus Plato, sed magis amica veritas». Dígote este latín
porque me doy a entender que después que eres gobernador lo habrás
aprendido. Y a Dios, el cual te guarde de que ninguno te tenga lástima.
Tu amigo
Don Quijote de la Mancha
Oyó Sancho la carta con mucha atención, y fue celebrada y tenida por
discreta de los que la oyeron, y luego Sancho se levantó de la mesa y, llamando
al secretario, se encerró con él en su estancia, y sin dilatarlo más
quiso responder luego a su señor don Quijote y dijo al secretario que, sin
añadir ni quitar cosa alguna, fuese escribiendo lo que él le dijese,
y así lo hizo; y la carta de la respuesta fue del tenor siguiente:
CARTA DE SANCHO PANZA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
La ocupación de mis negocios es tan grande, que no tengo lugar para rascarme
la cabeza, ni aun para cortarme las uñas, y, así, las traigo tan crecidas
cual Dios lo remedie. Digo esto, señor mío de mi alma, porque vuesa
merced no se espante si hasta agora no he dado aviso de mi bien o mal estar en este
gobierno, en el cual tengo más hambre que cuando andábamos los dos
por las selvas y por los despoblados. |