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14. MARÇAL, de las
luces y sombras del amor
Dice Roland Barthes que el discurso amoroso es de una extrema soledad, y
yo añado que es incomunicable. En el momento en que el individuo se reconoce
enamorado, con consciencia de sí ; a la vez se siente fuera de sí,
dispuesto a darlo todo por el otro, a sacrificar, incluso, su vida por la amada,
o el amado. Este reconocimiento de una situación ética ideal, en la
que el “yo” enamorado se concede el derecho a ser extraordinario, le lleva a descubrir,
al mismo tiempo, el encapsulamiento solipsista de su condición y la impotencia
de su lenguaje. Porque el lenguaje del amor es, además, un lenguaje abandonado
por los lenguajes circundantes (el de la política, las ciencias o los conocimientos,
no así el de las artes) o desterrado, silenciado y evitado. Hoy y siempre
el discurso amoroso va a la deriva, arrastrando consigo la paradoja de que es inactual,
pero siempre presente.
¿Significa, entonces, que estamos condenados al silencio? No parece que ésta
haya sido la actitud de los hombres y mujeres, que amaron en su vida real, o que
lo proyectaron en el espacio ideal de la escritura. Pero, ¿hablamos de lo
mismo cuando nos referimos al amor hoy, o cuando leemos los textos de otras épocas
que lo tienen por objeto?, y otra pregunta más importante aún, ¿queremos
expresar lo mismo cuando hablamos del amor las mujeres y los hombres?
La dificultad es extrema cuando se trata del amor entre mujeres, un tema proscrito
por la tradición, que Maria Mercè Marçal, exorciza en sus escritos.
La extraordinaria poeta, nacida en 1952, y muerta prematuramente en 1998, a la edad
de 46 años, es ya considerada hoy como una clásica de la lírica
catalana. Como no tuve la fortuna de conocerla personalmente, me remito a la palabras
de su amigo y crítico literario Isidor Cònsul, que citaré en
catalán, como también otros testimonios, que irán apareciendo
a lo largo del escrito, y por supuesto, las palabras de la escritora, que no tengo
la osadía de traducir.
El retrato de Marçal del autor citado dice así:
Senzilla i afable, tenaç i rebel, intel.ligent i serena, reflexiva i sagaç.
D'una aparença enganyosament fràgil, segons com un punt misteriosa
i absent, més aviat desordenada en els detalls de la quotidianitat, però
amb un dels caps més ben moblats de la gent de la seva generació.
Es conocida su trayectoria de mujer inconformista, comprometida con posiciones
políticas progresistas, en especial con la causa feminista, con el llamado
“feminismo de la diferencia” iniciado por las italianas Luisa Muraro, Luce Irigaray
y otras tantas de los grupos de mujeres de Roma y Milán. Sería interesante
tratar este aspecto de la obra de Marçal, pero el intento de interpretación
que ahora emprendo lo ceñiré a su obra poética, en especial
a la experiencia amorosa expresada en sus versos. Iré espigando en sus poemarios
el lenguaje amoroso de la poeta, descubriendo sus vuelos de metáforas, el
ir y venir del dis-curso fragmentario que en palabras de Barthes constituye
el lenguaje alusivo, indirecto, e incomunicable del amor. ¿Es así en
el caso de nuestra poeta lésbica?
Ella misma da claves interpretativas para acceder a su obra. En el año 1989,
en el Prólogo del volumen de su poesía completa, Llengua abolida,
constituida por Cau de llunes, 1977; Bruixa de dol, 1979; Sal
oberta, 1982; La germana, l'estrangera, 1985 y Desglaç, 1989,
habla de la trayectoria de su poesía. Estaría constituida por dos ciclos
poéticos, o dos etapas. La primera comprende desde su primera obra, Cau
de llunes, hasta Sal oberta. Marçal reflexiona sobre su “Yo poético”
en relación dialéctica con la Luna y la Sombra, que son metáforas
de los estados contradictorios de su espíritu, luz y obscuridad. En el poema
Carpe diem lo expresa así:
Encara que mil molles de melangia ballin
mogudes per fils tristos de pluja sense solc,
amor, ara et convoco, vol clar de voliana:
surt del celler on l'oratge ha reclòs el teu vi.
Que el llevant esbarriï un polsim de revetlla!
Plana damunt els núvols amb les ales del maig.
Acosta la teva ombra amb seguici de cintes,
Al cel posa-hi domassos, estrelles als terrats!
I duu-nos en carrossa un sol vell amb copalta
I un doll de serpentines que amanti tot el món.
En efecto, la experiencia estética del yo poético se muestra en
la dialéctica luz-obscuridad. Al principio del poema hay tristeza y melancolía,
pero enseguida aparece una interpelación al Amor: amor, ara et convoco,
y le pide que salga de un lugar obscuro (el celler), en donde se ha ocultado
por causa de una tempestad, metáfora de algún contratiempo acontecido
a su espíritu. Pero al igual que el vino, el amor saldrá de su lugar
de reclusión enriquecido por el tiempo transcurrido. Es el momento de hacer
sus ruegos al amor, que ya planea sobre las nubes con sus ales de maig; le
pide telas de damasco y estrellas y que bajo su manto protector cobije al mundo entero,
¿amor cósmico, como aparece en otros versos?
En Bruixa de dol vuelve a aparecer el tema del amor bajo el cliché
compositivo de las canciones populares: cançons d'albada, d'amic, de guarda,
corrandes de foc, de saltar a corda, etc. Pero la diferencia con la tradición
es notoria, ya que la protagonista es la mujer, que toma un papel activo en el seno
de una sociedad aún patriarcal. El yo poético femenino se expresa en
estados contradictorios de luces y sombras, como en el poemario anterior.
Mentre el vent, cec, esqueixava un tabal
que amb veu de nit feia néixer la lluna,
he begut el teu filtre a plena duna.
La mar ha pres un tint de carnaval (...)
Però el beuratge amara la madeixa
del meus neguits. Y feta sargentana,
per les graus del desig sense barana
torno, ben d'amagat de mi mateixa
I t'abraço amb l'angoixa vegetal
D'un bosc d'amor ofert a la destral
Al comienzo del poema hay alegría de carnaval, pero el bebedizo del amor
muestra su transfondo tenebroso, que culmina en el último verso: un bosc
d'amor ofert a la destral, en el que parece que la amada se ofrece voluntariamente
como víctima propiciatoria.
Todo el poema, como el anterior, transcurre bajo los auspicios de la Luna. Vamos
a detenernos en el símbolo de la luna, metáfora muy usada por los Noucentistes,
cuya estética fue teorizada por Eugeni d'Ors desde “La Veu de
Catalunya”, en sus glosas. Els fruits saborosos (1906) de un Josep Carner
jovencísimo, de veintidós años, ha sido considerado como la
primera expresión poética de dicho movimiento. En el poema Eglé
i la síndria unas jóvenes juegan con una sandía, símbolo
femenino y réplica de la “lluna roja”, bajo cuya admonición
juegan las muchachas alborozadas.
Marçal continua esta tradición, pero exaltando a la Luna como símbolo
de una femineidad reivindicativa, que a lo largo de su obra va siendo cada vez más
conscientemente asumida. La propia autora habla de la luna en el Prólogo citado
con anterioridad:
Imatge privilegiada, recurrent, obsesiva, punt de referència lluminós
alhora utòpic i atàvic, amb la subversió en pantalla del seu
significat tradicionalment subordinat. “Hi havia una vegada, quan la lluna tenia
llum pròpia...” podria ser el començament d'un conte que, com tots,
no té una localització en el temps, sinò fora del temps.
La mujer, como la luna, tiene fases de un ciclo mensual, y cuando brilla rotunda,
en el cielo, la luna llena, Marçal la poetiza como símbolo espléndido
de la maternidad. Símbolo, a la vez utópico y atávico, como
aparece en La germana, l'estrangera, en la que el nacimiento de su hija (Heura)
lo experimenta como bienaventuranza, a la vez que como un huésped extraño,
incluso hostil :
Heura que m'envaeixes el ventre i la follia
El cuento de la luna que posee luz propia es una referencia invertida a la tradición
patriarcal, que ha considerado que la mujer ha de tener una función pasiva,
subordinada al sol, símbolo de la masculinidad como fuente de la energía
originaria.
La luna está presente en la mayoría de los poemas de Marçal;
pareciera que cuando la evoca le hace entrar en “el estado de poesía” (Valery)
, un estado del alma que aparece como separado del régimen mental ordinario.
El estado poético es un estado afectivo especial, de indeterminación,
que nos transporta (también a los lectores y oyentes) del mundo de la experiencia
cotidiana, al ámbito de lo extraordinario del arte. Como en los versos siguientes,
en los que la presencia de la luna es como una señal de advertencia:
La lluna riu, disns la nuu que s'endola.
I jo sembro amb pedretes els camíns
que em duen cap a mi, nit meva endins.
Baixo al meu pou, amb bleix de corriole.
La luna aparece ahora acompañada de la metáfora de la noche, nit
meva endins, que en el imaginario de Marçal tiene una función similar
a la que poesee en otro gran poeta catalán J. V. Foix, en el cual el símbolo
de la obscuridad y de la noche alude al yo, que se encuentra perdido, o sufriendo
una crisis de identidad. Teniendo en cuenta que el tema de la identidad femenina
es crucial para nuestra poeta, parece legítima la influencia que apunto.
14.2 Las metáforas del cuerpo, una vía epistemológica
Interesa prestar atención a la metáfora, que ha sido objeto
de consideración por parte de literatos, filósofos y científicos,
ya que el alcance del juego con las metáforas no es un asunto ajeno a ningún
tipo de discurso, desde el meramente coloquial, hasta el artístico y creador.
En todos estos discursos, la metáfora cumple una finalidad esencial: nos pone
en el camino del conocimiento de eso que llamamos realidad, es productora de conocimiento.
Nietzsche, en un opúsculo de juventud, titulado Sobre verdad y mentira
en sentido extramoral, aplica su conocido método de la sospecha para elaborar
una peculiar teoría estética como arte de la metáfora. Inicia
su reflexión con un bosquejo de la condición humana, su efímera
irrelevancia en medio del cosmos, que por necesidad de supervivencia inventa el conocimiento.
En seguida se lanza a una crítica del lenguaje, entendido como ficción
creadora de metáforas, ficción que considera necesaria para la vida,
referente primordial de toda su filosofía . ¿Qué son las palabras?
Impulsos nerviosos extrapolados en imágenes y éstas transformadas en
sonidos; por tanto las palabras son “metáforas de las cosas que no corresponden
en absoluto a las esencias primitivas”. Después codificamos las palabras por
gregarismo y necesidad de supervivencia y olvidamos esta arbitrariedad inicial. Pero
esta codificación es ficticia, ya que entre el sujeto y el objeto y entre
la cosa y la palabra no hay relación de causalidad, sino un extrapolar abusivo
que necesita de una fuerza mediadora; esta mediación es la fantasía.
Por tanto, la fuente original del conocimiento y del lenguaje no está en la
lógica, sino en la facultad de crear metáforas y analogías.
El campo abonado para esta actividad es el mito y el arte, en especial la creación
poética, que crea realidades nuevas, similares al mundo de los sueños.
En todas estas actividades (mito, arte, poesía) existe un fondo común,
la adhesión intencional a la ilusión, como una forma de “mentira en
sentido extramoral”. La ilusión consciente de crear metáforas es una
aproximación a la denominada realidad, arroja una nueva luz sobre el mundo.
Jacques Lacan se ocupa del tema de la metáfora desde su perspectiva psicoanalítica.
¿Qué es la metáfora? El sustento necesario con el que el sujeto
hablante va construyendo su subjetividad, una subjetividad incompleta en la que se
muestra la carencia, la falta. La metáfora no es adorno, sino necesidad, ley
entendida como la condición misma de la posibilidad de toda significación.
Nietzsche y Lacan reflexionan sobre el uso de las metáforas, sustento de toda
obra poética, y nos enseñan que realizan dos funciones importantes:
construyen realidad y subjetividad. Veamos si esta doble productividad de la metáfora
puede aplicarse a nuestra poeta.
Sal oberta comienza con una metáfora que es, al mismo tiempo, un imperativo
terrible:
Sal oberta a la nafra: que nos es tanqui!
Que podríamos interpretar, tal vez, como una apuesta por la vida a través
del dolor. ¿Es la nafra una metáfora de la vida? Si nuestra
concepción del mundo está determinada por nuestro campo de imágenes
y metáforas, Marçal propone abrirse a la vida sin concesiones, sin
piedad. Porque el imaginario se dispara más con la palabra nafra, que
si hubiese utilizado ferida. La nafra sugiere una herida incurable,
una llaga abierta que tal vez evoca guerras o enfermedades incurables, que nos remite
a épocas pasadas.
Pero además, es una metáfora del cuerpo, la cual sugiere que la apertura
al mundo ella la realiza a través del dolor corporal. Interpretación
que vendría reforzada por otro verso del mismo poema.
Que m'assaoni llengua, nas i orellas!
En referencia también a la sal, que ha de adobar su lengua (el sentido
del gusto), su nariz (el del olfato) y sus orejas (el del oído). Las ventanas
de que dispone para ponerse en contacto con el mundo han de estar sazonadas por el
escozor que produce la sal lanzada sobre la herida abierta. Es curioso comprobar
cómo cambia el sentido habitual que en el lenguaje común tendría
la expresión “la sal de la vida”, que se refiere a lo positivo de ella, su
sabor o su chispa.
Pero también podría interpretarse que la nafra pudiera ser una
referencia a la literatura, si como sabemos, la literatura y la vida forman una alianza
en los y las grandes poetas que venimos estudiando. Atendamos a las propias palabras
de Marçal sobre la literatura, concretamente sobre la creación poética.
La poesia està lligada a la ferida, o la mancança (no sabemos
si estaba pensando en la
“falta” de Lacan, a la que antes hicimos referencia), com un intent segurament
i.llusori de no tancar-la. És com un procés continu de voler parlar
a través de la sang.
La metáfora de la nafra (ya podamos entenderla como la vida o la
poesía) construye realidad y subjetividad, como nos enseñaron Nietzsche
y Lacan. Marçal construye una realidad otra, o distinta de la cotidiana, en
sus versos, y también le ayuda a construir su subjetividad, en este caso como
actividad vertebradora, como ha dicho ella misma, en repetidas ocasiones. Los últimos
versos del poema que comentamos rezan así.
Sal que m'embranqui, en temps d'hora batuda,
pel gorg lunar on tota cosa muda.
En donde aparece su omnipresente luna. El gorg lunar quizás signifique
una especie de sumidero poético, en el que todas las cosas y experiencias
de la vida, incluso en tiempos de desdicha o abatimiento (hora batuda) se
filtran para transmutarse en experiencia estética.
Es una estrategia estética recurrente en la poeta, a lo largo de toda su obra,
el representar los acontecimientos del mundo, las ideas y los sentimientos a través
de metáforas corporales, de crudas sensaciones físicas, en la mayoría
de las ocasiones. Los sentimientos y las ideas más complejas los traduce metafóricamente
en concreciones somáticas: la soledad existencial son “pies desnudos”, la
angustia sin objeto son “encías desdentadas”, la comunicación e identificación
entre dos almas es la “medida idéntica” de dos manos femeninas, la “danza
sin espada” es metáfora del amor lésbico”, el reclamo amoroso desgarrado
es “vientre que bulle”, la tormenta interior del espíritu son “pechos que
derraman leche” y muchas más.
Desde mis primeras lecturas de Marçal lo que más profundamente me impactó
fue este anclaje corporal del que se servía su imaginario estético.
Pero después de la inmersión y el impacto, en la lectura reiterada
de sus extraordinarios poemas, vino la reflexión ¿Por qué tenía
esa necesidad de usar la experiencia del propio cuerpo para metaforizarla en sus
versos? La respuesta más elemental estaría en atribuirlo a su condición
de mujer. El pensamiento feminista le ha dado una gran importancia al cuerpo femenino
y el concepto de género permitió ir más allá de
la pura biología y del discurso de “lo natural”, para significar un conjunto
de roles culturales, ya no los impuestos por la sociedad patriarcal, sino los asumidos
por las mujeres que querían ocupar un lugar en el mundo, compartido con los
hombres. Y en ese nuevo lugar, el cuerpo sigue siendo un componente fundamental para
las mujeres. Sin entrar más a fondo en la teoría feminista, sí
quiero manifestar la seducción a la que me arrastran las metáforas
corporales de Marçal ¿Por identificación especular? Es probable.
Y me llamó la atención que Vicent Salvador, en Poesia, ciutat oberta,
hablase de las metáforas del cuerpo de Marçal y de su experiencia como
lector, que le produjeron la “fascinación de la alteridad, de la extranjería”,
fascinación que cree que puede generalizar a otros lectores masculinos.
Ahora nos ocuparemos de una obra de la segunda etapa de la poeta, tal como ella misma
sugería. Y el tema volverá a ser el amor, ahora ya explícitamente
tratado como amor sáfico, con sus conflictos, satisfacciones y desvaríos:
amor y desamor.
Haré una cala en el extraordinario poemario Terra de mai, escrito en
1981 (publicado, sin demasiada fortuna en la revista “Papers Erosius,4”, Valencia,
El Cingle, 1982) e incluido después en La germana, l'estrangera , que
recoge poemas escritos entre 1982 y 1984.
El título, Terra de mai, juega con las diversas acepciones de la
palabra catalana mai, en primer lugar, un adverbio, que puede significar
algo así como la tierra del “nunca más”, un lugar al que no se quiere
volver. También Mai es el nombre de la amada que le inspiró
los versos, y que le sirve, también, para acompañar, como adjetivo,
al símbolo recurrente de la luna, como en los versos:
A l'aiguaneix del dia i de la terra
s'alça, maial, la lluna sobre la runa.
El juego con las palabras, que tienen significados diversos según el contexto,
es una constante de la poeta. Y especialmente, en los poemas amorosos, que pueden
querer reflejar la propia índole del lenguaje del amor, un lenguaje indirecto,
imposible, alusivo, cuya expresión sólo puede aspirar a velar y desvelar
su “objeto”, evanescente y lábil. La “Otra” (a la que van dirigidos los versos
de Marçal) es un “Tú” concreto, que sin embargo, la mayoría
de las veces, no entiende el mensaje; pero eso no importa, porque el verdadero destinatario
es un “Tú” universal. La relación amorosa es una puesta a prueba del
lenguaje, de su carácter unívoco, de su poder referencial y comunicativo.
Porque cada lectora o lector interpreta a su manera los versos, dependiendo de sus
vivencias o carencias, transmutadas en experiencia estética.
Las sextinas, que constituyen el conjunto de poemas, narra una historia del deseo,
desde sus comienzos exaltados, hasta su lento desvanecimiento. Del uso de la
sextina nos habla la poeta, al comienzo del poemario, a modo de Advertiment. Dice
que sus sextinas son deudoras del espíritu de Joan Brossa, que se había
dedicado a investigar las posibilidades de la estrofa. Tengamos en cuenta, además,
que Brossa ya había escrito una sextina dedicada a ella, con motivo de la
publicación de su primer libro. También dice que desea rendir homenaje
a la vieja combinación estrófica de Arnaut Daniel, pero tomándose
algunas licencias con respecto a la composición medieval, (por ejemplo, la
preferencia de que las palabras con rima sean substantivos, etc.) y quedándose
con lo que considera esencial : la estructura recurrente, cíclica, que va
haciendo progresar el poema, retornando continuamente a los conceptos iniciales,
recreándolos y variándolos. Aventuro que es posible, también,
que el uso de una estructura poética establecida, le sirviera de muro de contención
al desig sense baranes que parece desbocarse en estos poemas. La primera,
titulada Sextina mirall, se abre con una metáfora estremecedora.
Cap foc no s'arbra com tu dins la terra,
dins de l'espai atònit del meu sexe
Que sugiere una penetración con ramificaciones (¿manos, dedos abiertos?)
que ocupan todo el espacio interior. Ahora el proceso metafórico es diferente
del anterior: usa elementos de la naturaleza para representar el cuerpo. Metáfora
que se repite en la sextina On s'esbalça la barca:
Tot s'arbra com un tot dins el meu sexe
i em pren amb rems i veles, vents i barca.
Tot s'esquerra a ple brull i m'omple els cingles.
Res no calla, amb la dalla a la cintura:
tot neix i els pits donen llet a l'oratge.
Imágenes de una pasión desbordante, que sugieren acciones de romper,
llenar, chupar; voracidad sexual del yo poético femenino, que se nombra a
sí misma “amazona del deseo”.
En el poema Solstici aparece la metáfora secret de congost para
nombrar el sexo y gorga oberta para metaforizar la boca. Entre ambos, boca
y sexo, hay un “juego de espejos”, que se oponen, identifican y se reconocen la una
en la otra. Es decir, son procedimiento, camino o método de conocimiento de
sí misma y de la otra, construyen subjetividades. De este tema del juego especular
se hablará más tarde, al tratar sobre la novela La passió
segons René Vivien,, ya que entiendo que es la estructura en la que se
fundamenta su trama.
En el poema Festa de la sal el juego de reflejos mutuos se establece entre
un “Tú” y un “Yo”, que se identifican, sucesivamente, con los cuatro elementos
de los que hablaban los filósofos presocráticos como principio de la
formación del mundo, ±¡«S o materia originaria. Así
dice: som terra, aigua, aire i foc ¿Búsqueda de sí a
través de un imaginario mítico y elemental de la que la mujer es depositaria?
Y también podríamos interpretar que hay una referencia al amor cósmico
(como señalamos antes), en los versos:
Amants, parem el jaç damunt la terra
I ens fan de cambra boscos d'aquest món.
Aunque quizás, de los cuatro elementos, hay una preponderancia del agua. La
metáfora del agua, parece ser la meta del aprendizaje del amor: com si
fósim aigua, dice en el mismo poema. Hacerse agua o “estar como el agua
en el agua”, (Bataille), dejarse inundar sugiere, de nuevo, el amor universal. Esta
inclinación o preferencia por la metáfora del agua aparece en todo
el poemario.
Por ejemplo, en De parar i desparar taula, en el que el itinerario del amor
está llegando a su fin. En toda pareja amorosa siempre está presente
el tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado, sometida a la posibilidad
de pequeños retrasos en citas, llamadas telefónicas, cartas o atenciones
recíprocas. Hay toda una escenografía de la espera, que se intenta
manipular, organizar. El primer acto es aún un tempo tranquilo, aún
hay esperanza
El rellotge toca las cinc. Vindràs?
La demora no es aún más que una entidad matemática, se mira
el reloj muchas veces:
Ja ho sé: les sis, i encara parlo sola! (...)
Les set: no véns. Sota la taula
s'amaguen els neguits
Pero en un momento determinado se pasa a la escena siguiente: se toma la decisión
de 'preocuparse' y se deja vía libre al desencadenamiento de la angustia de
la espera, -Algo pasa, ya no es normal, ¿habrá una confusión
en el lugar, en el día, en la hora?
Toco les nou i les deu, i sóc aigua
La esperanza ya se ha desvanecido.
Per encobrir neguits ja no tinc taula (...)
Desparo taula i nego dins de l'aigua.
Disolución final de las angustias de la espera, ¿nadar en el agua puede
ser también una metáfora de la muerte, tan presente en nuestra poeta,
o de la muerte del amor?
En el penúltimo verso del poemario Terra de mai que estamos comentando,
L'engruna de la festa., es su adiós al amor ¿o era sólo
el deseo? Y parece mostrar que es una separación sin rencor, y ya aparece
en el horizonte la posibilidad de una nueva historia erótica. Esperanza que
muestra en el último poema, L'ombra de l' altra festa. De las migajas
de la fiesta del amor anterior, de su sombra (¿metafora de una cierta necesidad
de refugio?) surge la posibilidad de una nueva fiesta amorosa.
Podríamos establecer comparaciones entre este poemario de Marçal y
el Poema del fin de Tsvietáiva, del que como sabemos hizo una espléndida
versión. En ambos se cuenta la experiencia amorosa, desde sus comienzos hasta
su final. Pero creo que hay una diferencia importante de actitudes y talante. En
el de la poeta rusa, que intenté analizar a partir de una serie de figuras:
la 'cita', la 'sospecha', el 'desengaño' y la 'muerte', está presente
el rencor soterrado por el desengaño que la conducta mezquina de Él
había producido en el alma de Ella. En la poeta catalana está
ausente este elemento malevolente del resentimiento, que en el penúltimo poema
citado se hace evidente:
Sóc solidaria de tu i de l'ombra
que fas en mi.
.
¿Por solidaridad femenina? ¿Por la diferencia que hombres y mujeres
sentimos cuando vivimos el amor o lo transmutamos en experiencia estética?
* * *
Soy consciente de las carencias que toda interpretación conlleva, y en este
caso he obviado el tema de la muerte, y me he decantado por el amor. Así que
sólo ofreceré algunas indicaciones. Desglaç (1989) es
una rememoración de la muerte del padre, tanto como una persona concreta y
querida, como una elaboración teórica acerca de los nuevos horizontes
que se le abren sin la presencia y el yugo de la Ley que el padre representa. Su
poesía se vuelve más reflexiva y despojada casi de metáforas.
para convertirse en una poesía esencial, en la que la influencia de Maurice
Blanchot es manifiesta. También le ayudará a elaborar su duelo la pequeña
y serena novela de Simone de Beauvoir Une mort très douce, escrita
a la muerte de su madre. La redacción de este poemario coincide con su descubrimiento
de la poeta Renée Vivien, a la que dedicará la extraordinaria novela
de la cual hablaremos a continuación.
En cuanto al tema de la “muerte propia”, tema rilkeano, lo expresa en Raó
del cos, que reúne poemas escritos entre 1991 y 1998, , en los que asume
su enfermedad con entereza y sin autocompasión, dos características
de su trayectoria vital y creadora.
14.3 La passió segons René Vivien: genealogías femeninas
y juegos especulares
El género novela ha llevado a cabo modificaciones importantes, desde su
inicio y esplendor, en el siglo XIX, hasta la actualidad. Creo que uno de los cambios
fundamentales ha sido el relativo al tiempo. Ha sido abolida la secuencia
tradicional: planteamiento-nudo-desenlace, uno de cuyos efectos es que los personajes
se diversifican, al aparecer en tiempos distintos y con nombres y actitudes diferentes.
El iniciador de esta revolución literaria fue Faulkner, en su soberbia novela
El ruido y la furia, y sus continuadores la han llevado a su culminación
en el llamado “boom latinoamericano” de los años sesenta y setenta, con ejemplos
como Carlos Fuentes, García Márquez, o Vargas Llosa y tantos otros.
La novela de Marçal ha recogido esta herencia de la transformación
del concepto de tiempo y le ha dado su propia versión, ya que en ella encontramos
una polifonía de voces, que proyectan su imaginario personal sobre
la protagonista, ausente y muerta. Cada personaje es múltiple y complejo,
cuyo ambiente y personalidad está reconstruido minuciosamente en dos tiempos.
Uno es el de principios del siglo XX, alrededor de 1909, año de la muerte
de Pauline-Renée. Es el tiempo del Segundo Imperio de Napoleón III,
en el que Haussmann desventraba el viejo París y lo transformaba en la ciudad
moderna y cosmopolita de bulevares y pasajes, por los que los intelectuales (hombres
y mujeres) transitaban al ritmo del spleen, actitud estética
que puso de moda la figura del dandy, con Baudelaire a la cabeza. Porque es
también el tiempo de las llamadas Mujeres de la Rive Gauche , mujeres
editoras, intelectuales y artistas, que llevaron a cabo la tarea consciente de salir
de la marginalidad o “invisibilidad” a la que nos había condenado el mundo
de los hombres. En este ambiente se desarrolla la vida de Pauline M. Tarn, más
conocida por su seudónimo Renée Vivien (Londres 1877- París
1909) poeta lésbica inglesa, que toma París como cuidad de adopción.
Ella es la inspiradora de la novela, ya que sus versos fascinaron a M. Marçal,
fascinación teñida de afinidades, que la llevaron a investigar durante
diez largos años y cuyo resultado tenemos ante nosotros.
El otro tiempo en el que se sitúa la novela es alrededor de 1984, en la que
uno de los personajes, la guionista de cine Sara T., también entusiasmada
con la vida y la obra de R. Vivien, comienza sus indagaciones, poniéndose
en contacto con una serie de personas que la conocieron y la amaron. Estos tiempos
no tienen el glamour de aquellos otros finiseculares y de comienzos del siglo
pasado, de los que hablamos antes, y Marçal no tiene necesidad de reconstruirlos.
Porque además, esta tarea ya la ha llevado a término en sus versos,
que hablan de su contemporaneidad.
La interpretación que propongo es que en esta novela el tiempo aparece bajo
la advocación de la nostalgia, en el sentido que indica su etimología,
álgos, “dolor” y nóstos “regreso”. El término
nostalgia siempre sugiere, por su origen, tristeza por estar ausente del hogar o
lejos de los seres queridos. Pero en nuestra poeta y novelista catalana creo que
no está presente ese matiz de añoranza, de recuerdo de algún
bien perdido, en cierta manera paralizador, o fijado en una mítica Edad de
Oro, como la ficcionada por los románticos (Hölderlin, Novalis). Porque
en Marçal creo que hay una intencionalidad positiva, un deseo de volver a
un tiempo originario, pero para reconstruir una genealogía, una genealogía
femenina. Quiere recuperar la baula que une la literatura femenina moderna
con la de Safo, la primera poeta de la tradición occidental. La anilla de
la cadena intermedia entre Safo y Marçal es R. Vivien. La novela a ella dedicada
saca de la penumbra la vida y la obra de esta gran poeta sáfica y “la sitúa
en el lugar de honor que cree que le corresponde” (Lluïsa Julià) .
Interpretar una obra de arte (y esta novela pienso que lo es) entraña siempre
el riesgo de alterarla, e incluso el de agredirla abiertamente. Y los y las intérpretes
contemporáneos, herederos de todas las sospechas hermenéuticas, vamos
con pies de plomo. ¿Atender sólo al texto, so peligro de quedarnos
en las apariencias? O ¿buscar “más allá del texto”, ahondar
en un posible contenido latente (Freud), que resultara ser el esencial o el “contenido
de verdad” (Walter Benjamin)? O tal vez, eliminar todo intento de interpretación
y sustituir la hermenéutica por una “erótica del arte”, siguiendo la
sugerente propuesta, aunque no explicitada, de Susan Sontang. O buscar un camino
propio y aceptar, de antemano, las tergiversaciones que toda interpretación
entraña. Me decido por esta última opción y hecha esta salvedad,
continúo en el intento.
Al apuntar el tema del tiempo, en el inicio de esta lectura, nos ha llevado a hablar
de la estructura o la forma de La passió segons Renée Vivien.
Ahora sería conveniente hablar del contenido de la obra, pues es
una convención de la estética tradicional (hoy puesta en entredicho)
que forma y contenido se exijan mútuamente . El contenido es el amor entre
mujeres, amor y pasión cantados en los versos de las poetas Safo, Renée
Vivien y de la misma autora M. Marçal. Forma y contenido que, en su conjunción,
dan cuenta del proyecto de reconstrucción de genealogías de mujeres
poetas sáficas.
Parece ineludible preguntarse el porqué Marçal, que siempre había
escrito poesía, elige el género novela para recuperar precisamente
una genealogía de poetas. La respuesta la encontré en la misma autora.
En una entrevista, que le hace Jordi Muñoz, dice que a lo largo de su producción
poética, las palabras se le habían ido cargando de símbolos
y sentido hasta llegar a constituir una especie de diccionario propio, pero que a
la vez tenía la sensación de que estaban corriendo el riesgo de fosilizarse.
Oigamos lo que dice:
Fins que arriba un moment, podríem dir, d'una certa crisi. Jo havia de
cercar altres vies si volia seguir dient coses. I volia.
Esta crisis creadora coincide en el tiempo con su descubrimiento y proceso de
investigación apasionada, “enamoramiento” dice ella, del personaje de Renée
Vivien, de la que dice haber quedado cautivada porque “vivia la seva aposta amb
una radicalitat tan forta que arribà a ser autodestructiva”. Esta parte
obscura y sufriente de Pauline, femme damnée, probablemente fue un
espejo en el que Marçal encontró un reflejo de su propia concepción
de la vida, como la canta en aquel verso, del que dije con anterioridad que sonaba
como un imperativo terrible:
“Sal oberta a la nafra: que no es tanqui!”
10.4 Miratge, mirall, miracle
Vamos a intentar ahora una nueva ruta interpretativa, a partir de la idea
del “juego de espejos”, como elemento vertebrador de la novela. Esta aparece configurada
a la manera de un caleidoscopio, en la que los distintos personajes proyectan imágenes
de Pauline, imágenes que se superponen a otras, a veces en conflicto con las
anteriores, que nos muestran las distintas caras de la protagonista.
Hablaremos en primer lugar de Amedée, un caballero con ambiciones poéticas
en su juventud, que conoce a Pauline en su adolescencia, cuando él ya tiene
cincuenta años. La imagen que evoca de ella es la de una joven llena de vida,
rompedora con las normas establecidas, precoz hasta la genialidad, que lee a Dante
a los quince años y lo comenta con él con madurez inusitada.
Otra voz es la de Marie, amiga de juventud de Pauline y sobrina de Amedée,
la cual descubre unas cartas de aquella época, en las que se adivina un amor
adolescente, una ruptura, y un recuerdo emocionado, casi una devoción de su
viejo tío por una misteriosa poeta llamada Renée Vivien, que ahora
identifica con Pauline. Con la lectura de las cartas Marie va descubriendo una nueva
dimensión de su desconocida amiga, por la que siente ahora una atracción
que no se atreve a formular. Las cartas y los libros de poemas son un espejo al que,
con temor, se asoma.
Charles B. es otro de los personajes que evocan y hablan de la protagonista. El fue
un antiguo profesor, amigo y confidente de Pauline-Renée hasta el final de
sus días. Conoce a Pauline, a través de Natalie, que fue el gran amor
de la vida de aquella, su amor absoluto, que sólo la muerte podía destruir.
Este personaje, tan importante en la vida de Pauline, no habla nunca en primera persona,
sino que aparece en las conversaciones o los recuerdos de otros. Natalie es designada
con distintos nombres, como el de Flossie, con el que la recuerdan las prostitutas
de los antros de Pigalle, que ella, al igual que Pauline, frecuentaba. También
es llamada la Amazona, figura real, aunque convertida en legendaria por las antes
citadas Mujeres de la Rive Gauche y por su admirador Gourmont, el “Pontífice
de Madame Literatura”(p. 151), el cual le publica unas cartas, a las que responde
públicamente, y de las que el público europeo “entendido” está
pendiente.
Charles B. admira a Gourmont, que a su vez, considera a Renée V. como una
gran poeta, ella es el espejo de su común adoración por la Poesía.
Pero disienten con respecto a la Amazona, ya que Charles B. es cáustico y
crítico con el personaje, quizás por la dureza de comportamiento y
frivolidad, en ocasiones, que tuvo con respecto a Pauline, para la que él
tuvo siempre su corazón abierto.
Nos encontramos ahora ante un nuevo juego de espejos, evidenciado en el cambio de
sexo y nombre que describiré a continuación. El juego especular imaginario
intenta establecer ahora una identificación hombre-hombre, mujer-mujer. Así
pues, Gourmont llama a la Amazona, Natalis (un nombre masculino) y Pauline, en numerosas
cartas que escribe a Charles B., las de los últimos años de su vida,
le llama con un nombre femenino, Suzanne.
Este es el secreto, bien guardado, que Charles B. no quiere revelar al sabio Salomón,
otro de los personajes, que tienen un papel importante en la novela. Este inicia
un proceso de investigación sobre la vida y la obra de Pauline. ¿Qué
busca al intentar seguir, con la meticulosidad del arqueólogo profesional
que es “l'alada petja de Pauline”? (p. 208) Busca también un
espejo, un objeto de adoración y de servicio incondicionado. Con ello encuentra
un último sentido a su vida, la de convertirla en una tarea póstuma
para dejar un legado para el futuro de la poeta, a cuya inmortalidad quiere contribuir.
Fruto de las investigaciones del sabio Salomón es la aparición en la
novela de la hermosa historia de Kerimée, la noble turca que tuvo una relación
intensa y pasional con Pauline, en los últimos años de su vida. Tenemos
noticia de ella por las cartas que intercambia con Salomón y por una serie
de notas autobiográficas, que también le envía. Kerimée
evoca el impacto extraordinario que le produjeron los versos de Renée Vivien,
por el espíritu de revuelta que encarnaban y por algo que no se atrevía
a confesarse: los amores entre mujeres. Cito sus palabras:
En l'encís d'aquell mirall jo hi cercava els trets ignorats del meu esperit
(p. 225)
En la búsqueda de un espejo, en la que proyectar su propia quimera, Kerimée
escribe a Pauline. Esta le contesta en seguida y se inicia una relación, que
dura cuatro años, con muchas cartas y visitas relámpago a Estambul,
de una intensidad extraordinaria, que Maria Mercé Marçal se deleita
en describir.
En esta época Pauline-Renée parece jugar un papel ambiguo, en su relación
amorosa a tres bandas. Con la baronesa Helène, que la acogió y la adoptó
con ternura, cuando Natalie la había abandonado y ella sufría el desgarro
de la pérdida. Ahora se muestra celosa y exigente, según la versión
de Pauline, tal vez para excusarse de su inconstancia para con Kerimée. Y
también vuelve a tener una relación con Natalie, que la ha perseguido
durante años, en los que Pauline rehusaba el reencuentro, por pura supervivencia.
Ahora se citan en secreto en la isla de Lesbos, en la ciudad mítica de Mitilene,
en la que Safo tuvo su escuela para jóvenes casaderas, transformada en casa
el servicio de las Musas.
La metáfora del juego de espejos se repite innumerables veces, y me parece
excesivo continuar por este camino. Pero antes de dar por finalizada esta vía
de investigación, quisiera citar unas palabras de Sara T., tal vez alter
ego de la propia Marçal:
Com en un cercle de miralls: la passió d'una dona per una altra dona. L'efecte
mirall, miracle, miratge: Si tu em posseeixes, sóc yo qui em poseeixo. Si
et posseeixo, tu et posseeixes. Allò que et dono, plaer, dolor, em retorna,
com un boomerang. (p. 123)
En este juego de identificaciones y sustituciones hay una tendencia a un cierto misticismo,
del que parece sospechar Sara T., como espíritu avisado, que la autora catalana
hace contemporánea suya, cuando dice:
Com escapar d'aqueta il.lusió? Com trencar el mirall sense destruir-nos?
(p. 123)
La respuesta a esta pregunta, vuelvo a encontrarla en el propio texto. Si suponemos
que la voz de la narradora de la novela es la propia voz de la escritora catalana,
ésta nos dice que ha representado un extraño papel de corifeo (p. 339).
Así pues, la figura del corifeo, al dialogar con todos los personajes, oficiando
en medio del coro heterogéneo que hemos ido mostrando, se ha reflejado en
todos ellos. Pero la luz que ha irradiado de este múltiple círculo
caleidoscópico ha convergido en las voces femeninas de Marçal, que
se proyecta en Sara T., que a su vez busca identificarse con René Vivien,
la cual buscó un origen especular en Safo. Los eslabones de la cadena (baules)
de la genealogía invisible y soterrada de las mujeres ha sido reconstruida.
Su proyecto parece, finalmente, llegado a puerto.
* * *
Hemos comenzado hablando de las modificaciones que el género novela ha sufrido
en los tiempos actuales, y lo habíamos centrado, en principio, en la alteración
del concepto de tiempo. Ahora querría añadir otro rasgo, que también
creo de interés, que es el relativo a la mezcla de géneros, o su hibridación,
que no reconoce fronteras entre ellos. Esta actitud es bastante común en la
actualidad y pondré un ejemplo de un escritor español conocido, para
ilustrarlo. Javier Marías, cuando escribió Negra espalda del tiempo
, ya la calificaba de “falsa novela”, en el sentido de que mezclaba la realidad
y la ficción, o que cada una de ellas se veía invadida por la otra,
hasta hacerlas indistinguibles. Personas reales se convertían en personajes
de su libro, movidos por fuerzas que el narrador les daba nombres como destino, gracia
o infortunio. Y el narrador no era otro que el propio Javier Marías, con lo
cual se encuentra con un elemento de incomodidad considerable (confesado por él
mismo en una entrevista) , ya que no se es impune cuando se habla en nombre propio.
La solución que da a este problema Marçal, ya hemos dicho que era la
de situar a la narradora en la posición del corifeo, con la posibilidad de
reflejarse en todos los personajes a los que interpela, y convertirse así
en un ser de múltiples almas.
En la novela de Marçal también se da el rasgo de la hibridación
de géneros, desaparecidos los límites entre hechos reales y ficción.
Por ejemplo, no inventa a los personajes que hablan de Pauline, pero nunca los llama
por sus verdaderos nombres, y cuando tiene necesidad, modifica sus actitudes o sus
comportamientos. Los materiales que figuran en el texto son de diversa índole
y procedencia; algunos son fruto de su investigación, como cartas, memorias
o poemas, como por ejemplo la “Monodia final”, que es un collage de textos
de Renée Vivien, o los versos que aparecen de Safo o de la Divina Comedia
de Dante, que son de los propios autores. En otras ocasiones no está claro
si los versos citados de Vivien son de ella o de la propia Marçal (la mímesis
estética es extraordinaria), y en ningún momento lo especifica, quizás
intencionadamente. Los “Cuadernos del Sabio Salomón”, una especie de dietario
en el que da cuenta de sus pesquisas, son probablemente ficcionados, como también
los “Papeles de Sara T.” , que son casi siempre cartas confidenciales a una amiga,
a la que hace partícipe de sus contradicciones y anhelos más oscuros,
o sublimes.
Decía Marx que el proceso de investigación no debería hacerse
evidente en el resultado final. Marçal se salta este consejo, ya que presenta
la multiplicidad de materiales como un simple esbozo, o como un rompecabezas, según
sus palabras (p. 352), sin que tengamos que deducir de ellas que publicó la
novela inacabada. ¿Cuál es el motivo, entonces? Tal vez dejar un espacio
abierto a la interpretación, a las plurales interpretaciones, ninguna falsa,
ninguna verdadera, que toda obra de arte genera, desde el corazón mismo del
enigma. |
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