Nací en Ávila el día uno de agosto de 1985.
En la pila bautismal se me puso el nombre Carolina, por una razón quizá
fríbola; a mi hermana Angélica le gustaba.
Ahora tengo 16 años y una de mis aficiones preferida es interesarme por mi
pasado, siempre le pregunto a mi madre por mis travesuras, mis vivencias, mis reacciones,
mis sueños...
En una de estas conversaciones que mantuve con mi madre, descubrí lo difícil
que fue traerme al mundo. El parto duró doce horas aproximadamente, doce largas
horas de intenso dolor, pensando en mí, en mi cara, en mi cuerpo, en mi salud...
Nací con un mes de antelación y con mucho pelo, en realidad estos detalles
me interesan, ¡claro! pero lo que más me llena, lo que en realidad me
hace sentirme bien es cuando mi madre intenta expresarme aquellos sentimientos al
tenerme ya entre sus brazos. Es algo inexplicable, me dice ella; pero aparte de las
pequeñas pinceladas que puede darme, su cara me lo dice todo. Eso es lo que
realmente hace que me sienta útil, importante, bien.
Vivo en Arévalo, siempre ha sido así, aunque de pequeña pasaba
mucho tiempo en un pequeño pueblo llamado Martín Muñoz de la
Dehesa, donde nació y vivió mi madre.
Cuando cumplí tres años mi madre tuvo que eligir el colegio en el que
pasaría mis días, estudiaría, haría mis primeros amigos,
y ese fue el Colegio Amor de Dios, un gran colegio del que tengo muy buenos recuerdos.
He pasado allí prácticamente toda mi vida. Como me decían mis
antiguos profesores, entré siendo una niña y salí siendo una
adolescente. La realidad es que parece mentira, pero he estado en ese colegio doce
años, he visto crecer a mis amigos, casarse a mis profesores, y aunque es
un poco duro he visto como se morían alguna de las monjas que de pequeña
me enseñaban de todo. Allí conocí a mucha gente e hice muchos
amigos de los que aún conservo relación, pero lo más importante
es que mis mejores amigas de la infancia son las de ahora, nos conocimos en ese colegio
y ahora somos inseparables.
Salí del colegio el año pasado y ahora estoy en el Instituto Adaja
en el que estoy muy a gusto. No quería que empezara este curso por que no
sabía con que me iba a encontrar, ¿me aceptarían como una compañera
más? Por suerte ha sido así, me integré enseguida, en realidad
me lo pusieron muy fácil. |